miércoles, 10 de octubre de 2007

LÍTICA DE LOS QUILLACINGAS

Entre los quillacingas el trabajo en piedra tuvo gran importancia según se deduce de la amplia difusión del arte rupestre y de la fabricación de monolitos. Estos se encuentran distribuidos regularmente en todo el territorio y de manera especial en los municipios de Pasto, Buesaco.

Las tallas en general son relativamente pequeñas. En el caso de Tajumbina el promedio fue de 41. cm. de alto por 22 de ancho. Muy pocas excedían los 50 cm exceptuando una que pasaba de un metro (1.08 m), solamente dos llegaban a 72 cm. De éstas una es bastante rústica, con un diseño elemental de la cara y los brazos; la otra, por el contrario, se distingue por su factura ya que en ella aparecen en forma definida la cara, los hombros y el sexo masculino. Por lo general los monolitos carecen de hombros, la cabeza se une directamente al tronco (ZUÑIGA y NAVAS, 1989: 52).”
Alfarería

La cerámica alcanzó un notable desarrollo técnico a pesar de que no conocieron el torno. Fabricaron cerámica utilitaria para las necesidades diarias y para sus rituales. La primera es burda en su técnica de fabricación y en su acabado. Las formas predominantes son las ollas de boca ancha o estrecha, cuencos, copas y cazuelas. La segunda se distingue por su fina textura, su brillo, la representación de figuras zoomorfas, antropomorfas, diseños geométricos y la utilización de colores negro, crema y rojo.

La cerámica capulí se caracteriza por la decoración con pintura negativa negro sobre rojo. Las formas principales son copas con base de pedestal o “cargadores” y vasijas antropomorfas.
La cerámica piartal se distingue por la utilización de pintura positiva y negativa de tres colores básicos: rojo, negro y crema, las formas comunes son los cuencos, copas de base anular, botijuelas y botellones.

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